Es innegable que uno de los factores positivos, quizá el único, que deviene de la pandemia del COVID – 19, es la "aceleración" que tuvieron los productos y servicios financieros digitales para responder a esta realidad traumática y disruptiva que afectó al mundo entero y por supuesto también a las instituciones financieras y a sus millones de clientes y usuarios.
Las plataformas digitales se incrementaron, modernizaron e innovaron; las Fintech tuvieron un despunte e implementación inusitados; la facilidad, oportunidad, eficiencia y seguridad de las transacciones digitales se pusieron a prueba; las App dejaron de ser un servicio adicional, novedoso y atractivo para pasar a constituirse en una necesidad de las instituciones financieras; para cubrir los requerimientos de los clientes, los sistemas de pagos digitales crecieron exponencialmente y además en coordinación con otros servicios como el de alimentación o el de transporte. En fin, según los expertos en dos años se produjo una evolución equivalente a cinco años en el campo de la digitalización o "virtualidad" de los productos y servicios financieros.
Evidentemente, esto también produjo un impacto positivo en términos de inclusión financiera, por los millones de personas incorporadas a los sistemas financieros y "obligadas" a tomar servicios digitales. Es también un factor de consideración muy relevante el hecho de los millones de personas que siendo parte de los sistemas financieros también fuimos "obligadas" a utilizar servicios digitales.
Las cifras, los argumentos, los ejemplos, los estudios de casos y los testimonios para demostrar fehacientemente este impacto positivo del COVID–19 son abundantes y muy convincentes, sin embargo, aún caben reflexiones en torno a este tema: ¿cuáles son los retos del presente y del futuro de los productos y servicios financieros digitales, y de la tecnología y de la inclusión financiera misma, utilizando estas herramientas?
Con la experiencia organizacional de nuestros miembros y de instituciones y personas aliadas integrantes de la "comunidad pro-inclusión financiera" se "pasa revista", entre otros temas: al impacto social y económico generado por medio de la utilización de la inclusión financiera digital; a la alfabetización financiera digital, ¿es parte de nuestra tarea de Educación Financiera?; al reconocimiento y adaptación de los servicios digitales para grupos vulnerables; y, a la necesidad de cubrir las brechas normativas existentes en el campo de la inclusión financiera digital en nuestro país.
La Red de Instituciones Financieras de Desarrollo – RFD, con esta publicación, también hace una invitación cordial, retadora, al diálogo en torno a los temas estructurales que son indispensables para generar mayor impacto positivo con los productos y servicios digitales ofertados por el sistema financiero ecuatoriano:
Según los expertos en dos años se produjo una evolución equivalente a cinco años en el campo de la digitalización o "virtualidad" de los productos y servicios financieros.
- Que las instituciones financieras desarrollen e implementen mayores y mejores servicios financieros digitales es indispensable, pero no es suficiente si las personas que habitan en las áreas urbano-marginales o rurales no cuentan con servicio de internet, ni provisto por el estado, ni tampoco por los entes privados como las telefónicas. Bajo estas condiciones se mantendría la exclusión financiera a pesar de la oferta disponible de servicios digitales.
- Que los servicios de internet estén disponibles en estas zonas es indispensable, pero no es suficiente si tienen una calidad y un precio que se constituyen en un elemento de confirmación de la exclusión tecnológica con impacto en la exclusión financiera.
- Que los servicios de internet sean accesibles en calidad y precio es indispensable, pero no es suficiente si las personas no están familiarizadas con su utilización, no tienen confianza en las transacciones digitales generadas con estas herramientas y no conocen las ventajas de seguridad y rapidez de lo digital frente al manejo del dinero en efectivo.
- Que los servicios de internet y los servicios financieros digitales tengan aceptación por el nivel de confianza de las personas es indispensable, pero no es suficiente si no se consideran las condiciones específicas en las que se encuentran, respecto de este tema, las personas pertenecientes a grupos vulnerables, que son parte de la base de la pirámide y, por tanto, enfrentan los problemas de la pobreza y exclusión social y financiera.
Finalmente, el micro financiamiento por definición y por necesidades pragmáticas se ha caracterizado por ser un servicio persona a persona. Desde el punto de vista metodológico de las instituciones, es indispensable, y, desde las personas es un elemento muy valorado, muy apreciado. Aún nos toca descubrir cuál es el equilibrio apropiado entre la digitalización y la atención personalizada; entre el crecimiento vertiginoso de clientes, captaciones y créditos, y la reducción de los riesgos de la intermediación financiera, porque conocemos a los clientes, a las personas.
He ahí la gran disyuntiva de la modernidad y el gran reto de nuestras instituciones encargadas de promover la inclusión financiera.
Foto: Adobe FireFly.