Las alarmas por la emergencia del cambio climático están prendidas desde hace varios años, lo cual se evidencia de forma directa cuando, en los diversos países del mundo, los veranos cada vez son más fuertes y los inviernos más severos e intensos. Esa variación climática, al final, termina generando una serie de desastres naturales, migración de personas hacia territorios con climas más amigables y, por supuesto, variaciones negativas en la producción agrícola que, como se sabe, es el sostén de la alimentación de los seres vivos que habitan este planeta.
Y, claro, ante esa realidad surgen desafíos multiámbitos orientados a disminuir los efectos negativos que complican en mayor grado la situación climática del mundo. Siendo uno esos ámbitos -desde el espacio del financiamiento para actividades productivas- las microfinanzas; ya que, los negocios de nivel micro y pequeño, si son atendidos con la oferta de productos financieros alineados a los principios de las finanzas verdes, como es de esperarse, serán importantes agentes que, a través de las actividades productivas que realizan, mejorarán su desempeño y, sobre todo, con formas de producción más limpias, se podrán convertir en esos impulsores de los cambios profundos que requiere la reconversión de formas productivas tradicionales hacia aquella que, responsablemente, ponen, al cuidado del medio ambiente natural, como una de las prioridades de actuación estratégica clave.
Para la construcción de ese escenario positivo, es fundamental que, tanto las instituciones financieras generadoras de productos verdes, como los actores productivos demandantes de esos productos, hayan tomado conciencia de la necesidad de cambios ambientales a su forma de producir sobre la base de una creencia real y sincera de lo que se busca lograr y no solo porque haya una exigencia legal o, peor aún, una conveniencia estratégica basada en valores organizacionales opacos que, aprovechando de la potencia del marketing, buscan convencer a la sociedad que son organizaciones preocupadas, de forma sincera, por cuidar el medio ambiente natural.
De ahí, las finanzas para el desarrollo, bajo la modalidad de productos microfinancieros, se pueden convertir en ese vehículo que, desde el sector financiero, se difunda y, sobre todo, lleve a la acción formas de producción que, incorporando los principios de la sostenibilidad, sean capaces de contribuir a la disminución de los efectos negativos del cambio climático global que, cada día, va complicando la vida en el planeta Tierra.
Ahora, claro, para que un producto financiero -como tiende a llamarse "verde"- cumpla con el propósito de ayudar al combate al deterioro del medio ambiente natural, es fundamental que, al interior de los bancos, cooperativas de ahorro y crédito y organizaciones no gubernamentales (ONG) dedicadas a la finanzas para el desarrollo, se hagan ejercicios creativos que, considerando el conocimiento de la realidad territorial y el perfil de los potenciales clientes financieros, se enfoquen al diseño de productos que, además, de generar rentabilidad para el sostenimiento organizacional también tengan componentes innovadores capaces de cumplir ese doble propósito: rentabilidad organizacional y apoyo a la lucha contra el cambio climático global.
Estamos todavía a tiempo, es vital este trabajo sinérgico multisectorial, ya que, solo así, problemas complejos relacionados al deterioro medioambiental podrán ser afrontados de forma eficaz, eficiente e innovadora.
Siendo para ello necesario que, la preocupación por la naturaleza, empiece casa adentro de las propias organizaciones promotoras de prácticas vinculadas a la búsqueda de soluciones ambientales que, sobre los principios de la eficiencia organizacional, por ejemplo, ahorren energía, agua potable, uso de papel y, principalmente, disminuyan el efecto negativo en el incremento de los niveles de su huella de carbono.
Una vez realizados los esfuerzos de la eficiencia organizacional dirigida al cuidado de la naturaleza, será fundamental la puesta en marcha de un plan de acción hacia afuera de la organización, en donde la vinculación con la colectividad se vuelve necesaria al momento de la creación de conciencia y acción enfocada, de forma integrada, a la mejora del medio ambiente natural y, así, ir creando el escenario perfecto para que las futuras generaciones humanas también puedan tener acceso a una forma vida en donde el bienestar colectivo se sobreponga por sobre todas las cosas.
Ahora claro, en los tiempos actuales, a la preocupación históricamente acumulada por la naturaleza y que, en los últimos años, ha venido en aumento, también, habrá que sumar los efectos vinculados a los daños que generen aquellas situaciones negativas climáticas extraordinarias que, por su fuerza, tienden a impactar duramente al sector productivo de los países. Siendo, para el caso ecuatoriano, de acuerdo a los expertos del clima, el fenómeno del Niño un evento natural que, para finales de 2023, golpeará con dureza a actividades relevantes del tejido productivo nacional como la agrícola, ganadera y turística de los territorios con mayor afectación; apareciendo, de esta manera, más desafíos para espacios como las finanzas para el desarrollo que, por sus características misionales, son las llamadas a prestar auxilio cuando en los lugares en donde operan emergen amenazas que, si no son consideradas a tiempo, pueden generar impactos negativos cuya recuperación será más costosa que la prevención.
Ante ese escenario, como es de esperarse, surgirán mayores necesidades financieras para las personas y organizaciones productivas afectadas; visibilizándose, así, la necesidad de que, desde los bancos, cooperativas de ahorro y crédito y ONG especializadas en microcrédito, creen, con la debida anticipación, un menú de productos financieros adaptados a esas necesidades extraordinarias que nacerán desde las micro, pequeñas y medianas empresas y, también, de los actores que integran la economía popular y solidaria que, por la dureza, del coletazo climático requerirán de dinero fresco para fortalecer su capacidad de resiliencia productiva.
Y, claro, lo grave de este panorama es que, luego de tres años de pandemia covid-19, un fenómeno natural como el Niño dejará una factura gorda para la recuperación posterior que, a lo único que contribuirá, es a atrasar más tiempo la recuperación de una frágil economía ecuatoriana que venía, desde antes de 2020, en situación de gravedad creciente de su estado de salud. Finalmente, como se puede observar, existe una relación simbiótica entre el funcionamiento integrado de las finanzas para el desarrollo -dentro de las cuales estás las microfinanzas y todos sus productos financieros relacionados-, los efectos negativos del cambio climático global y, también, los impactos de situaciones climáticas extraordinarias que, con el pasar de los años, se tienden a repetir -como es el fenómeno del Niño.
De ahí, la necesidad que el accionar sistémico de los gobiernos central y locales -más el involucramiento decidido del sector privado, la cooperación internacional, el sector financiero, la academia y demás actores interesados- se focalice en la creación de una estrategia sinérgica dirigida a fortalecer el tejido productivo de los países sobre la base de los principios de la sostenibilidad -económica, social y medioambiental- y, así, atender los desafíos que, para sectores -como el financiero-, se van convirtiendo en el referente para orientar sus esfuerzos como medio que contribuya a la transformación productiva con equidad social, solidaridad, justicia e inclusión de los países.
Foto: Universidad Andina Simón Bolívar